Se cuenta que un sacerdote recién ordenado fue a celebrar la santa Misa a un pueblito de la Montaña, muy alejado. Era su primera celebración eucarística allí. Así que se preparó con el mayor entusiasmo y esmero, la celebración, escogiendo las mejores vestimentas litúrgicas.
Ya era con creces la hora de iniciar la liturgia y había una sola persona en la iglesia: un montañés.
El neopresbítero se acercó y se sentó a lado del único fiel presente y le preguntó:
- Señor, ¿usted cree que venrdá alguien más?
El hombre aquel hizo un ademán con la cara reflejando que había que tener paciencia .
Pasado un largo rato, el sacerdote duda de celebrar la Misa para una sola persona.
- Señor, ¿creé usted que debemos celebrar la santa Eucaristía?.
A lo que el recio montañés le contesto.
- La verdad, padrecito, yo no entiendo mucho de estas cosas. Lo único que yo sé es de vaquitas y gallinitas. Y cuando yo preparo harta comida para mis vaquitas y gallinitas , y solo aparece una, a esa se la doy todo.
Entendiendo el mensaje, el sacerdote se dispuso a celebrar el santo Sacrificio como si estuviera en una iglesia a rebosar. Al terminar la celebración, se acercó al montañés y le preguntó:
- Señor, ¿que le pareció la celebración?.
A lo que el campesino sentencio:
- La verdad, padrecito, yo no entiendo mucho de estas cosas; de lo único que yo entiendo es de vaquitas y gallinitas. Y, cuando mis vaquitas y gallinitas han comido bien, se marchan felices.
Moraleja
La autoestima tiene vocación de vida.
La Vocación son nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestra afinidad por lo que nos gusta, por lo que sentimos y disfrutamos y nos llena de satisfacción y felicidad, y la ponemos al servicio de los que nos rodean.

La vocación no es un privilegio para guardarlo, es un don que Dios te regalo para servirlo.
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